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"Cero Patatero" de Núria Burguillos

  • Foto del escritor: lasbatasverdes
    lasbatasverdes
  • 1 oct 2014
  • 4 Min. de lectura

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"Cero Patatero"

Cuando Raquel se inscribió en el curso de asertividad pensaba mejorar sus relaciones personales. Recientemente había hecho balance de su vida y se había percatado de que no tenía amigos de verdad. Al principio, sus amistades iban viento en popa pero, conforme profundizaban, algo se quebraba entre ella y los demás. Por alguna razón que no lograba comprender, todos la abandonaban y se estaba quedando sola. Con la experiencia que da la vida, había llegado a la conclusión de que una parte del problema debía estar en ella misma por eso, con el ánimo de mejorar, se inscribió en la actividad.


-Como estrategia y estilo de comunicación, la asertividad se sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares: la agresividad y la pasividad (o no asertividad). Suele definirse como un comportamiento comunicacional en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos.

-Profesora, pero a mí lo que me ocurre muchas veces es que cuando defiendo mis posiciones, caigo mal.

-Déjame terminar la idea, por favor, aún no he acabado de exponer todos los puntos de la disertación.

-Perdone, profesora, como usted ha dicho que la podíamos interrumpir...

-Sí, pero cuando haya acabado la frase, por favor.

-Como decía, las posiciones se tienen que defender sin ofender al interlocutor. Ejemplo: No diremos nunca: “Me has hecho pasar un mal rato”, culpabilizando al interlocutor de nuestro sufrimiento. Diremos: “Me he sentido mal, lo siento pero yo lo he vivido así…”

-Perdone profesora, pero a mí me parece que dar tantas vueltas a las cosas para expresar una sentimiento es marear un poco la perdiz. En mi opinión no tendría que ser tan complicado. Veo más honesto decir las cosas tal como son; lo otro lo considero una hipocresía y una perversión del lenguaje.

-Tal como son ¿para quién? Recuerda que tu interlocutor a lo mejor lo ve de otra manera…

-Bueno sí, en eso tiene razón, pero aunque la otra parte tenga su propia interpretación, también es importante y cuenta cómo lo ve uno mismo, ¿no?

-¿Alguien más tiene algo que decir al respecto? Os recuerdo que sería bueno que cada uno de vosotros exponga sus criterios, se autoanalice y encuentre sus puntos débiles.

Se hizo un silencio en la sala y nadie del grupo se animó a participar. Unos miraban hacia arriba, otros hacia abajo, algunos garabateaban en un papel o se rascaban la cabeza; todo, menos exponerse. Raquel, en vista de que nadie se animaba, y con el ánimo de tirarle un cabo a la profesora, alzó la mano, indicando que deseaba hablar.

-Una vez—dijo, tuve un problema con una amiga porque intenté expresarle cómo me sentía. Le dije: “Sabes que me hacía ilusión que me apoyaras en mi proyecto, pero, la verdad, me he sentido muy sola…” Y ella se ofendió y en vez de reconocer que me había hecho el vacío, le dio la vuelta a la tortilla y me insultó. Me dijo: “Eso no es verdad, lo que pasa es que tú eres muy intransigente”. Yo me quedé paralizada, pues no entendía por qué me decía eso, cuando lo único que le estaba expresando era un sentimiento, cómo me había sentido porque me había ignorado y…

-Raquel, por favor, que la clase no es sólo para ti. Deja que hablen tus compañeros, todo el mundo tiene que expresarse, no monopolices la sesión.

-¡Pero si ellos no se animan a intervenir!

-Bueno, sigamos con la clase, por favor. Como os decía, la asertividad es una conducta de las personas, un comportamiento. Es también una forma de expresión consciente, congruente, directa y equilibrada, cuya finalidad es comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza, en lugar de la emocionalidad limitante típica de la ansiedad, la culpa o la rabia.

-Perdone, profesora, pero eso es, precisamente, lo que yo intento hacer, expresarme para comunicarle mis ideas y sentimientos y usted no me deja…

-¡Ay, de verdad, Raquel, pero qué impertinente eres! Sólo quieres hablar tú y no dejas que los demás lo hagan.


Raquel, estupefacta, enmudeció; mientras, la profesora continuó su disertación y el resto de compañeros a duras penas se animaban a participar. No entendía nada de nada. ¿Había ofendido a alguien con sus comentarios? ¿Su manera de expresarse era agresiva? ¿Callarse por miedo a que la volviera a dejar en ridículo era asertividad o pasividad?

Transcurrieron sesenta largos minutos y Raquel los vivió primero con humillación, luego acongojada, más tarde con tristeza, para estallar en enfado, rabia e ira. Perdió el interés por la clase y también las ganas de participar; como en una nube, observaba a la profesora en la lejanía… La veía odiosa, inepta y maleducada y, sobretodo, como la antítesis de la asertividad. ¿Acaso es asertivo calificar a una alumna como “impertinente” delante de todo el mundo? ¿Aunque le hubiera caído gorda, era ético dejar a una persona en ridículo, así? ¿Estaba aquella mujer capacitada para la enseñanza?

Fue entonces cuando tomó la decisión; faltaban sólo unos minutos para poder materializar su venganza. ¡Se iba a enterar la muy zorra! “¡Será hija de puta!, pensó. No he vuelto a abrir la boca y se ha quedado tan pancha; no ha tenido el detalle ni de preguntarme qué me pasaba… Pues esto le va a costar caro, ¡se va a enterar de lo que vale un peine!”

En ese momento la docente repartía los cuestionarios de valoración.


-Recordad que son anónimos, sed sinceros, por favor.

-¿A sí?, dijo, Raquel. Pues el mío va a ir firmado. Es más, lo voy a decir en alto: le pongo un cero patatero. Y le recuerdo que es usted una mindundi y que con mi cero no la volverán a contratar en su puta vida. Lo siento, profesora, yo lo he vivido así…

Núria Burguillos.

 
 
 

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