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"La Gatita" de Núria Burguillos

  • Foto del escritor: lasbatasverdes
    lasbatasverdes
  • 16 ago 2014
  • 2 Min. de lectura

"La Gatita"


Recién salida del colegio de monjas aterricé en el Instituto de un pueblo del cinturón rojo de Barcelona y allí, el primer día de clase, me enamoré. Su pelito rubio, sus Levi's y sus botas camperas me cautivaron, lo malo fue que era el ligón del "Insti", -¡le gustaba a todas!-, y que era un mujeriego -¡a él también le gustaban ellas!-. En fin, que me pasé tres cursos adorándolo en silencio, encandilada por su tipito y por su tupé.


Pero el día que nos dieron las notas de COU, en la fiesta de despedida, sorprendentemente, se acercó a mí. Estuvimos charlando un rato, de tonterías, porque aunque era el más guapo de la clase, también era el más tonto -pero de eso me di cuenta después-. Cuando apagaron las luces y nos quedamos en la penumbra, me llevó a un rincón y me besó. Yo me subí por las nubes porque me pilló desprevenida y él, enseguida, me cogió de la mano y me arrastró hasta el exterior. Detrás del edificio no se veía nada, no había más que pinos, pero sus ojillos chispeantes me guiaban, y a mí me atraía esa pose suya, a lo James Dean.


Al caer la noche, entrábamos en el bosquecillo cogidos de la mano. Yo temblaba de emoción y mi cuerpo era una Revolución. Con la música que salía del gimnasio como fondo, se detuvo un instante y me besó de nuevo, a media luz. Recuerdo su sabor, no sabía que las bocas supieran así... Se quitó la camisa y me invitó a estirarme debajo de un pino. A lo lejos, los chicos y chicas de la clase bailaban y se divertían. Sus manos expertas desabrocharon mis Levi's y exploraron mi anatomía, pero lo sublime llegó cuando descubrí su lengua, bueno, mejor dicho, cuando su lengua me descubrió a mí... Floté hasta el infinito, pero su boca tapó la mía para hacerme callar, y le mordí. Dio un alarido y segundos después, con la intensidad de un tsunami, anegó el cuerpo de aquella adolescente que se dejó llevar, como una gatita, hasta el precipicio. Pero de allí, en vez de lanzarme al vacío, ascendí hacia el paraíso. Cuando todo acabó, me susurró al oído si era mi primera vez y yo le dije que no con la cabeza, aunque la respuesta era que sí. "Se nota", dijo, y le sonreí.




Núria Burguillos

 
 
 

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