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CHINO, CAPUCHINO, MANDARÍN de Núria Burguillos (Premiado)

  • Foto del escritor: lasbatasverdes
    lasbatasverdes
  • 20 jul 2014
  • 2 Min. de lectura

CHINO, CAPUCHINO, MANDARÍN

“Cantabria”, lee –ensimismada- en la imagen que preside la pared de la cafetería, mientras se sienta en una mesa cerca de la ventana.

  • ¿Qué ponemos?, dice una voz que le llega por detrás.

  • ¿Es usted de Cantabria?, pregunta María.

  • ¿Yo? No, yo oliginalio de China

.

Sorprendida, se gira, y ve el rostro sonriente de un chico oriental.

  • ¿Y quién es de Cantabria aquí?, dice, señalando el mural.

  • Postel ya aquí cuando nosotlos complamos bal.

  • ¡Ah!, entiendo, responde –pensativa-.

  • ¿Qué ponemos?, repite el chico cántabro-oriental, algo impaciente ya.

  • Un capuchino, por favor, contesta ella, pronunciando con exageración.

Mientras espera el café, garabatea en una servilleta: “Cantabria”. Antes no se llamaba Cantabria –piensa-; cuando fuimos de viaje de estudios nadie dijo: “Vamos a Cantabria”, todos decíamos:

“Vamos a Santander”. Y se imagina, con treinta años menos, en las Cuevas de Altamira, observando unas pinturas prehistóricas, originales –u oliginales-, que ahora ya nadie puede visitar porque se degradan, y porque hay que preservar, para que los hijos de los cántabros -o de los cántabro-chinos- puedan conservar -pero sin ver- por los siglos de los siglos...

Seguro que ellos -los chinos- sabrían conservarlas mejor –las pinturas-, porque para eso son una cultura milenaria y lo han inventado casi todo. Yo les encargaría la gestión de las Cuevas, sin ninguna duda –dice para sí. El antiguo dueño del café se instalaría aquí por alguna razón que no acierto a alcanzar- sigue elucubrando. Porque –seamos realistas- no es habitual encontrar a un emigrante cántabro en cualquier rincón de la Península. Otra cosa sería encontrar a un aragonés o a un andaluz... ¡Me gusta la idea de que la gente se mueva de Norte a Sur, sí señor! Aunque sólo si vienen buscando solecito o un lugar donde retirarse. ¡Nada de venir al Sur con ánimos de conquista, no señor! A la inversa, ya no me gusta tanto porque del Sur al Norte siempre se viaja muerto de hambre. Dejas atrás tu solecito para meterte directamente en el ojo del huracán, eso sí, con el estómago más lleno, pero con el alma mucho más vacía... Pero, sí, me encanta que los andaluces chapurreen el catalán y que los cántabros aprendan el mandarín, así tendría que funcionar el mundo. ¡Viva el intercambio cultural! ¿Y, qué habrá ocurrido en la familia de este chino para acabar aquí?

  • El capuchino – dice el chino con mucho desparpajo.

  • Glacias- contesta María, ante la mirada estupefacta del camarero chino-cántabro.

Y, mientras el chico se aleja muerto de la risa, María –ruborizada- no para de darle vueltas a su cabeza. ¡Seré imbécil!, piensa. Es que siempre tiendo a solidarizarme con el más débil… ¿Débil, pero qué digo? ¿Quién es el débil aquí? ¿Él, que es dueño de un bar y que habla idiomas, o yo, que me acabo de quedar en paro y no tengo ni idea de chino, capuchino, mandarín? ¡Ya veo que tendré que emigrar a China! En fin, voy a tomarme el café y a dejarme de tanta filosofía…

De Núria Burguillos

Premio

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